Reproducimos a continuación una intervención muy valiosa de Mons. Nicola Bux, consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sobre la forma correcta de celebrar la Sagrada Liturgia de la Iglesia:
La liturgia, término que en griego indica la acción ritual de un pueblo que celebra, por ejemplo, sus glorias, como ocurría en Atenas o como ocurre todavía hoy para la inauguración de las Olimpiadas u otras manifestaciones civiles, evidentemente es producida por el hombre. La sagrada liturgia tiene este atributo porque no es a nuestra imagen – en tal caso, el culto sería idolátrico, es decir, creado por nuestras manos – sino que es hecha por el Señor omnipotente: en el Antiguo Testamento, con su presencia indicaba a Moisés cómo debía predisponer en los mínimos detalles el culto al Dios único y verdadero, junto a su hermano Aarón. En el Nuevo Testamento, Jesús hizo otro tanto al defender el verdadero culto echando a los mercaderes del Templo y dando a los Apóstoles las disposiciones para la Cena pascual. La tradición apostólica ha recibido y relanzado el mandato de Jesucristo. Por lo tanto, la liturgia es sagrada, como dice Occidente, y divina, como dice Oriente, porque ha sido instituida por Dios. San Benito la define Opus Dei, obra de Dios, a la que nada debe anteponerse.
Precisamente la función mediadora entre Dios y el hombre, propia del sumo sacerdocio de Cristo y ejercida en y con la liturgia por el sacerdote ministro de la Iglesia, atestigua que la liturgia desciende del cielo, como dice la liturgia bizantina basándose en la imagen del Apocalipsis. Es Dios quien la establece y, por lo tanto, indica cómo se debe “adorar en espíritu y en verdad”, es decir, en su Hijo Jesús y en el Espíritu Santo. Él tiene el derecho de ser adorado como Él quiere.
Sobre todo esto se necesita una profunda reflexión, ya que su olvido está en el origen de los abusos y de las profanaciones, ya muy bien descritas en la Instrucción Redemptionis Sacramentum de la Congregación para el Culto Divino. La recuperación del Ius divinum en la liturgia contribuye mucho a respetarla como algo sagrado, como prescribían las rúbricas; pero también las nuevas deben volver a ser seguidas con espíritu de devoción y obediencia por parte de los ministros sagrados para edificación de todos los fieles y para ayudar a muchos que buscan a Dios a encontrarlo vivo y verdadero en el culto divino de la Iglesia. Los obispos, los sacerdotes y los seminaristas deben volver a aprender y a realizar los sagrados ritos con tal espíritu y contribuirán así a la verdadera reforma querida por el Vaticano II y, sobre todo, a reavivar la fe que, como escribió el Santo Padre en la Carta a los Obispos del 10 de marzo de 2009, corre el riesgo de apagarse en muchas partes del mundo.
Mons. Nicola Bux
Traducción de La Buhardilla de Jerónimo (enfásis nuestros) .