Publicamos a continuación una entrevisa con el cardenal Raymond Burke sobre el quinto aniversario de la publicación del Motu Proprio Summorum Pontificum de S.S Benedicto XVI que promueve la celebracion de la Misa Tradicional en Latín como un tesoro precioso que debe conservarse:
CIUDAD DEL VATICANO (CNS) - Cinco años después que el Papa Benedicto XVI levantara la mayoría de las restricciones sobre la celebración de la misa Tridentina, un alto oficial Vaticano dice que queda mucho trabajo para hacerla liturgia tradicional plenamente accesible a los fieles, y utilizar su influencia para llevarla a la forma de la misa en que la mayoría de los católicos asisten.
“No hay duda de que sigue existiendo en ciertos lugares una resistencia a lo que el Santo Padre ha pedido, y eso es triste”, dice el Cardenal Raymond L. Burke, Prefecto del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica y antiguo arzobispo de St. Louis. “A veces es incluso una expresión de desacuerdo con la disciplina del Santo Padre, e incluso una expresión que ello es perjudicial para la Iglesia”.
Con su carta apostólica “Summorum Pontificum”, publicada en Julio 7 de 2007, el Papa Benedicto XVI permitió a los sacerdotes ofrecer la Misa Tridentina sin permiso especial de sus obispos. El decreto también provee la creación de “parroquias personales”, dedicadas a la liturgia tradicional, que había caído en desuso en medio de los cambios modernizadores que siguieron al Concilio Vaticano II de 1962-1965.
“Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande y no puede ser improvisamente totalmente prohibido o incluso perjudicial”, escribió en el momento el Papa en una carta de presentación de su anuncio a los obispos del mundo.
El Papa Benedicto dejó en claro que él estaba actuando en parte para promover la reconciliación con los tradicionalistas descontentos de la Fraternidad de San Pío X, que había roto con Roma para protestar contra algunas de las enseñanzas del Concilio Vaticano II y los cambios subsecuentes en la liturgia.
El mes pasado, tras tres años de conversaciones una vez si, otra vez no, el Vaticano anunció que a los tradicionalistas se les había ofrecido términos formales de reconciliación. A pesar que la FSSPX había advertido de las persistentes “dificultades doctrinales” que podrían prolongar las negociaciones, el Cardenal Burke dijo a Catholic News Service que él cree que una reunión, en última instancia, se llevará a cabo.
Pero satisfacer las demandas de los tradicionalistas no era el único propósito del Papa Benedicto XVI al publicar “Summorum Pontificum”. El Papa escribió que actuó con el fin de “conservar las riquezas que han crecido en la fe y en la oración de la Iglesia y de darles el justo puesto”.
En la misma carta, el Papa también afirmó que las versiones antiguas y nuevas de la Misa podrían “enriquecerse mutuamente”. Para el Cardenal Burke, tal enriquecimiento mutuo es parte de la llamada “reforma de la reforma”, el proceso de reparación de las deficiencias de la liturgia introducidas bajo Paulo VI.
La reforma del Misal Romano en el período después del Vaticano II fue “demasiado radical”, y “fue más allá y, en algunos sentidos quizá no fue completamente coherente con lo que los padres del concilio había establecido”, dice el cardenal.
“Hubo un despojo, un cambio de la forma del rito que a mi juicio fue demasiado”, dice. “No se puede tomar en una realidad viva, la adoración de Dios como Dios ha querido que lo adoráramos, y tratar de forzarla sin hacer violencia y sin dañar en algún modo la vida de fe de la gente”.
El uso del latín es de lejos la pérdida más importante, dice el cardenal, señalando que incluso la nueva forma de la Misa es todavía celebrada regularmente en el lenguaje universal de la Iglesia.
Entre los otros elementos de la tradición de que el Cardenal Burke espera que la Iglesia finalmente restaurará en la misa en su versión más reciente, son las oraciones de apertura a los pies del altar, las cuales él dice ofrecen un “vínculo inmediato” con la herencia litúrgica judía: los salmos, una vez cantados por el sumo sacerdote en el templo de Jerusalén.
Otras características de la Misa Tridentina a los cuales el Cardenal daría la bienvenida en la liturgia más reciente, incluyen al sacerdote recitando las oraciones en voz baja antes de la Comunión, un período de casi silencio que, explica, “llama nuestra atención a esta la parte más sagrada de la Santa Misa”; y la recitación del prólogo del Evangelio de san Juan, unhimno a la encarnación redentora” que “fija en su mente, una vez más, la gran realidad con la cual Ud. se ha encontrado y en la cual Ud. ha participado”.
Por otro lado, el Cardenal Burke dice, la práctica de leer pasajes de las Escrituras en lenguas modernas ha sido un “gran regalo” de la liturgia posterior al Concilio Vaticano II, que debe ser incorporada en la Misa Tridentina. Y dice él que la versión más reciente de la Misa, en la que el sacerdote por lo general se orienta hacia la congregación, puede animar a una apreciación más profunda de la “transparente devoción” con la que los sacerdotes deberían celebrar ambas formas de la liturgia.
Por supuesto, para que las dos formas de la Misa se enriquezcan mutuamente, ambas deben estar disponibles. Pero después de medio siglo de abandono, nota el cardenal, hay una escasez de sacerdotes con algún conocimiento del latín, para no mencinar la experiencia con la antigua liturgia, un problema que, dice él, invita a la revisión del curriculum de los seminarios.
Mientras tanto, el Cardenal aconseja paciencia con los tradicionalistas que se sienten “asediado”, cuando obispos bien intencionados no pueden satisfacer sus demandas con la suficiente rapidez.
“Sería inapropiado e incluso ofensivo para nuestro Señor”, dice, “tener a alguien ofrezciendo la Misa que no sepa lo que está diciendo, o que ni siquiera sepa cómo decirlo”.